La tranquilidad que prevalecía en el Monterrey de 1986 se rompió tras una terrible noticia: el 4 de noviembre se hizo el hallazgo del cadáver de un menor, encontrado dentro de un saco de ixtle en el interior de una noria en la zona de El Barrial en Santiago… era el cuerpo del pequeño Hernán Marcelo Villarreal Urrutia de tan solo 9 años, quien había sido secuestrado desde el 22 de octubre de ese año.
El secuestro y asesinato del niño Hernán Marcelo Villarreal Urrutia
Como se dijo en el párrafo anterior, el niño Hernán Marcelo fue secuestrado el 22 de octubre de 1986.
El plagio se realizó a las 17:50 horas en el exterior del Instituto Regiomontano Contry, cuando el niño acababa de terminar una práctica de futbol y estaba en compañía de unos amigos.
De pronto fueron abordados por varios sujetos que transitaban en un vehículo Topaz blanco, quienes lo introdujeron en el coche a la fuerza y se alejaron a toda velocidad.
Los amigos de Hernán Marcelo fueron de inmediato a su casa, para avisarle a la mamá de su amigo lo que había ocurrido. Horas más tarde, Laura Urrutia y Gustavo Villarreal de la Fuente, papás del niño secuestrado, recibieron una llamada de los secuestradores quienes les exigieron 100 millones de pesos por la entrega del menor.
Cabe señalar que Gustavo Villarreal era funcionario público en ese entonces, se desempeñaba como director del DIF municipal de San Pedro y había sido Presidente del Patronato de la Cruz Verde de Monterrey. Además era hermano del Juez Segundo de lo Penal, Mauro Villarreal.
El secuestro se mantuvo en secreto para evitar entorpecer las negociaciones. Incluso el periódico El Norte supo del plagio y decidió no publicarlo por la misma razón.
La Policía Judicial tuvo conocimiento del caso días después, debido a comentarios de vecinos y tomaron el caso.
Dentro de las llamadas de negociación del rescate, los secuestradores reprodujeron un audio que le grabaron al pequeño Hernán a manera de prueba de vida, en el que se le escuchaba pedirle a sus padres que fueran por él.
Las negociaciones se dieron de manera violenta y finalmente se acordó el pago del rescate, para lo cual le pidieron al padre del niño que viajara a San Luis Potosí y después a la CDMX, sin embargo justo cuando estaba en la capital del país se realizó el hallazgo del cadáver del menor.
El hallazgo se hizo el 4 de noviembre, cuando unas personas se toparon con el cuerpo sin vida del niño dentro de una noria en El Barrial, en Santiago.
La autopsia reveló que Hernán Marcelo fue estrangulado y le destrozaron el cráneo con un objeto contundente; tenía entre 10 y 12 días de muerto.
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La detención de los secuestradores y asesinos
Los elementos de la Policía Judicial de Nuevo León siguieron dos pistas importantes.
En primer lugar, obtuvieron videos de fiestas de la familia Villarreal Urrutia y se las exhibieron a los testigos del secuestro para ver si identificaban a alguno de los que cometieron el plagio.
Y esto funcionó, ya que identificaron a uno de los asistentes a una fiesta de la víctima.
El hecho sorprendió al papá del niño asesinado, ya que se trataba de Nicolás Tamez, su asistente en el DIF de San Pedro.
Tras el interrogatorio confesó haber participado en el secuestro, proporcionando información de la familia Villarreal Urrutia a los plagiarios, de quienes brindó su identidad.
A la par de ese indicio, siguieron la pista que proporcionó una operadora telefónica que escuchó una llamada por cobrar que salió desde una caseta de la carretera nacional en Hualahuises hacia la Ciudad de México, en la que hablaban de que “el asunto de los 100 millones había salido bien”.
Esto fue aprovechado por las autoridades para llamar al teléfono de los presuntos secuestradores y fingir que eran los familiares del niño, para buscar una renegociación del secuestro para tratar de detenerlos, lo cual se logró con éxito.
De esta manera, el 6 noviembre se logró la detención de Nicolás Tamez Ramírez, de 42 años; Paulino Anselmo Aboytes Franco, de 20 años; Juan Carlos Padrón Kuri, de 25; y Jorge Bochkavior Futivo, “El Ruso”, de 33, considerado el líder de la banda.
De acuerdo con las investigaciones realizadas, Jorge Bochkavior era la mente maestra detrás del crimen del pequeño Hernán.
Obtuvo de Tamez la información necesaria para cometer el crimen y tenía a su mando a varias personas para lograr el secuestro. Minutos después de privar de la libertad a la víctima, le inyectó un sedante para animales y lo obligó a grabar el audio que se mandó como prueba de vida a la familia e inmediatamente después ordenó a sus cómplices que mataran al niño.
Pero este no fue el único crimen cometido por esta banda. Se les adjudicaron varios robos con violencia en la zona metropolitana de Monterrey, incluyendo uno en el que fue asesinada la señora Guillermina Guajardo en la Colonia Linda Vista.
Sin embargo la mayor duda era el móvil del crimen, ya que trascendió que la banda del “Ruso” no buscaba el rescate de los 100 millones de pesos, sino que tenían el objetivo de matar al niño.
Se habló de que fue un secuestro por encargo, con la intención de dañar a la familia Villarreal Urrutia, pero con el paso del tiempo el tema no se aclaró.
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“El Ruso”, un delincuente de alta peligrosidad
Bochkavior Futivo era un ciudadano uruguayo que tenía varios años viviendo en México en condición ilegal, dedicándose además a varias actividades delictivas como el robo de bancos y automóviles.
Se le conoció con el sobrenombre de “El Ruso”, ya que sus padres eran de esa nacionalidad, apodo que le acompañó hasta la muerte.
De él se dijo que tenía un coeficiente intelectual más alto de lo normal (160), que era un psicópata de alta peligrosidad y con una inteligencia notable.
Tras las investigaciones se evidenció que “El Ruso” pensaba establecerse en Nuevo León para operar desde aquí, pues incluso logró infiltrarse en las corporaciones policiales de Santa Catarina y otros municipios, de hecho estaba a punto de ser dado de alta en una corporación municipal y contaba además con credenciales falsas y uniformes.
Bochkavior fue sentenciado a 53 años de prisión. Primero estuvo en el Penal del Topo Chico, cárcel de la que intentó fugarse en agosto de 1988.
Después se le envió al Penal de Apodaca debido a su alta peligrosidad y de ahí se fugó el 18 de mayo de 1990, a pesar de que ese penal considerado en ese entonces como el más seguro de Latinoamérica. Afortunadamente fue detenido horas después.
Por esta fuga le dieron 4 años más de pena, sumando así 57 años de cárcel, una de las penalidades mayores para un reo de Nuevo León en en ese entonces.
Poco antes del año 2000 fue trasladado al Penal federal de Puente Grande, en Jalisco. Años después fue trasladado al Centro Federal de Reinserción Psicosocial de Morelos, en donde murió el 26 de mayo de 2013 víctima de cáncer de próstata.
